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¿Qué pasa, dónde queda, el presupuesto de la Normal de Ayotzinapa?

 

Por Luis Bustos

EnEstaHora

 

Hoy hablaré de Ayotzinapa, pero lo haré desde otro aspecto de esa Escuela Normal Rural… Su dolor, ya lo he comentado en este mismo espacio, es más grande que cualquier tragedia, por eso hoy, quiero tocar otro ángulo de esa historia.

 


Por principio de cuentas, dejo constancia de que las imágenes que presentó una televisora nacional sobre la forma en que viven los jóvenes estudiantes de la Escuela Normal Rural, me indignaron, como seguramente a miles de mexicanos… No es posible el deterioro y el abandono de las instalaciones y de las condiciones mismas en que duermen y toman sus alimentos… Eso, no es correcto, menos puede ser justo, por lo que alguien debe explicar las razones o las causas de esa convivencia lastimosa.

 

Todo me parece extraño….. Efectivamente lo es.

 

Usted se preguntará porque? …. Yo le responderé:

 

Primero porque mi padre, Gilberto Bustos Cerecedo, fue maestro en muchas escuelas normales rurales, entre ellas: Tamazulapan, Oaxaca, Panotla,Tlaxcala, Ayotzinapa, Guerrero (dice mi madre que el maestro Isidro Burgos, cuyo nombre lleva la escuela, era un hombre de barba larga y muy blanca) y finalmente, en la de Misantla, antecedente de Ximonco en Perote.

 

Como mis hermanos Felipe, Roberto y Nazario, yo también fui alumno la Escuela Normal Rural, “Enrique Rodríguez Cano”…. Felipe en Misantla y los demás en Ximonco, razón por la quiero expresar mi testimonio sobre mi estancia, estancia orgullosa, en esa inolvidable institución educativa.

 


En ese plantel estudiábamos 360 alumnos de distintas partes del estado y del país, la inmensa mayoría, éramos de familias de escasos recursos, los más, hijos de campesinos.

 

En ese tiempo, en el pueblo, en Perote, quienes no nos veían con buenos ojos, nos llamaban “Hijos del gobierno”, pues bien, como tales, nos llegaba mensualmente una Beca a la que denominábamos PRE y que constaba de 28 pesos… De aquellos tiempos?… Si, pero sólo eran 28.

 

Teníamos, en efecto, muchas limitaciones, pero dos veces al año, recibíamos ropa de cama, sabanas, cobijas, etc…. Los uniformes que consistían en pantalón y camisola color caqui y unas botas tipo mineras.

 

Los alimentos provenían de una partida presupuestal del gobierno federal, que se asignaba a la escuela y cuya administración correspondía, de manera conjunta, al director del plantel, a un Ecónomo y la representación de la sociedad de alumnos.

 

A sabiendas de que los recursos eran limitados, se optó por realizar las compras directamente en los centros de mercadeo más próximos y en algunas ocasiones, los comisionados iban hasta Acatzingo, Puebla, con la finalidad de conseguir frutas y verduras más frescas y a mejores precios. Todo los hacían en el “Pichirilo”, camión de 3 toneladas, propiedad de la escuela.

 

Mi relato pretende mostrar, que pese a las limitaciones de vivir en un internado, con muchas necesidades, soportando las inclemencias del tiempo, con temperaturas bajas casi todo el año, pues el edificio está ubicado en las faldas del Cofre de Perote, encontramos la forma de organizarnos para enfrentar las adversidades, de tal suerte, que teníamos, en los tres alimentos del día, comida caliente para todos, incluidos los maestros y trabajadores…. Hasta los alumnos oyentes que eran admitidos con el calificativo de EXCEDENTES, tenían acceso al comedor.

 

La limpieza, la hacíamos los alumnos, con roles establecidos previamente y las labores consistían en limpiar pisos de los largos pasillos y los baños, que eran de gran tamaño, porque en cada uno había entre 4 y 5 regaderas. Las áreas comunes, iban incluidas.

 

Nuestra escuela no tenía mala presencia, tratábamos de que luciera limpia, porque además, quienes practicábamos un deporte, particularmente los de campo, lo hacíamos en una cancha de tierra, por lo que terminábamos totalmente cubiertos por plastas de polvo y, en acuerdo no escrito, el que ensuciara, tenía la obligación de limpiar o se atenía a las consecuencias.

 

Si bien no era un palacio, ni vivíamos como reyes, porque, reiteramos, limitaciones teníamos muchas, sí aprendimos a resolver nuestras carencias…. Eso es lo que nos dio el carácter y la formación para salir a nuestras prácticas y más tarde al trabajo…. Hay que puntualizar, nosotros ingresábamos a la escuela, al concluir la primaria, por lo que después de los 3 años de secundaria, más otros 3 de profesional, venía uno egresando entre los 18, 19 y quizás hasta de 20 años, los mayores…. No recuerdo bien, pero podrían haberse dado, una que otra excepción, de algún compañero de mayor edad.

 

Cultivábamos las Hortalizas en las pocas tierras disponibles y teníamos cría de cerdos, talleres de herrería, carpintería y electricidad con los maestros Vela, “Chiris” y “Chivete”, como les decíamos con cariño. Había trabajadoras en cocina y lavandería, de entre ellas, recordamos a Doña Chabe y su prole con sus hijas Rosy, Isela y Blanca…. No podemos olvidar a Jaime, hoy flamante médico pediatra del Hospital Civil de Xalapa.

 

De los maestros, recordamos con afecto y gratitud a Gregorio Martínez (Goyito); Misael Herrera Franco, César Juárez, Miguel Pacheco, Alfonso Cruz Rendón y las clases de educación física las impartía el maestro Gregorio Castañeda, que, a estas alturas de la vida, es un buen dirigente de los jubilados y quien no me dejará mentir.

 

Todo lo relatado, tiene la finalidad de decirle a usted, amable lector, que siendo pocos los recursos económicos, aprendimos a administrarnos para salir adelante, con una escuela limpia, digna, que era nuestro hogar, ya que ahí pasamos más tiempo que en nuestras casas, porque, en ocasiones, aún en vacaciones de fin de año, no salíamos por falta de “billetes”.

 

La Beca, el PRE que recibíamos, lo ahorrábamos, para organizar una buena fiesta de fin de año, a la que traíamos a las mejores orquestas y grupos musicales de moda en aquellos años, como lo fueron Carlos Campos, Acerina, Tapia Rocha, Los Aragón, la Santanera, en fin, lo que el presupuesto permitiera.

 

Por cierto, viajando con el “dedo gordo”, conocimos, junto con Carlos Rodríguez Velásco y Orlando Zuvirie Viznado, las escuelas normales de Teteles y Champusco, Puebla; Palmira Morelos, Tiripetio, Michoacán; Panotla, Tlaxcala…. Para asistir a las competencias deportivas nacionales, conocí San Roque, en Guanajuato y, palabra de honor, que nunca vi un panorama tan desolador como el que hoy presenta Ayotzinapa.

 

Por cierto, en un tiempo, el dirigente nacional de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México, (FECSM), así se llamaba nuestra organización, era un estudiante, precisamente de Ayotzinapa, de nombre Lucio Cabañas, estuvo radicando en nuestra escuela.

 

Por todo ello, indigna ver así a la Normal de Ayotzinapa, porque sin duda, debe de existir un presupuesto federal para atender ese deterioro y abandono en que la tienen, por lo que alguien tendrá que explicar si la partida llega o no, porque si no se las envían hay responsabilidad gubernamental de quienes tienen la responsabilidad de mandar las remeses…. Por lo contrario, si se está cumpliendo con las emisiones, habría que investigar quién los recibe y qué se hace con esos dineros públicos.

 

Cual sea la verdad, debe de saberse, porque no se vale, que aunado a la gran tragedia que viven los jóvenes, por la desaparición de sus compañeros, ahora resulte, que además, los han defraudado con sus dineros para alimentación, mantenimiento y, quizás hasta con las becas.

 

El gobierno federal está obligado a meter la mano para saber qué pasa con esa “lana”, porque, reitero, no se vale, no es justo, no es humana, esa convivencia que recién conocimos por las pantallas de televisión.

 

Basta ya, no más simulaciones y que pague el que tenga que pagar, del flanco en que se encuentre, en el gobierno o en la escuela…. Que se sepa y que se actúe.

 

@EnEstaHora

 

lubuga@hotmail.com


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